Quinta edición de la Comic Con
Más de 60 mil personas colmaron Costa Salguero. Hubo familias
enteras y fanáticos que fueron disfrazados de superhéroes y personajes del
cine, la TV y el
manga.
Un chico que todavía
no tiene veinte años va de un lado a otro envuelto en un disfraz amarillo de
Pikachu, el más famoso de los pokemones. Un grupo de adolescentes se turna para
hacerle upa a un peluche de Chewbacca, personaje entrañable del universo Star
Wars. Un Spiderman de seis o siete años improvisa patadas voladoras y tomas de
karate y, de la misma edad, un Mario Bros habla en ese inglés con tonada
italiana que popularizó el plomero más famoso de los videojuegos. Todos
circulaban ayer por Costa Salguero, en el último día de la quinta edición de
Argentina Comic Con.
Amantes de historietas –desde el manga
japonés hasta las de superhéroes–, de series, películas y libros de ciencia
ficción o de videojuegos coparon durante tres días el pabellón 5 de Costa
Salguero. “En la edición anterior hubo unas 60 mil personas, y creemos que esa
cifra creció en un 15 o 20 por ciento”, dice Roberto Schenone, director de la
convención. Según sus cálculos, cuando la versión vernácula de Comic Con se
repita en diciembre, van a necesitar un pabellón más: “La clave es que no nos
limitamos a las historietas, sino que nos expandimos a series, literatura y
cine”, explica.
Nadia Casanova maquilló a decenas de
Guasones en uno de los stands de la convención: “Me llamó la atención que
participaran familias enteras. Venían los chicos a que los lookeara y de
repente los padres también querían el pelo verde”, cuenta, y agrega: “No
tuvimos respiro”. Algo parecido dice Karina, que atiende un food truck de comida
japonesa dentro de la convención: “Vendimos sushi, pinchos de langostinos y
ahora sólo quedan unos bocaditos dulces que aggiornamos al gusto argentino, con
dulce de leche y crema pastelera”. A su puesto llegaron muchos seguidores de
las historietas y los dibujos de origen nipón, para que la gastronomía
acompañara la compra de libros de manga que oscilaban entre los 55 y los 200
pesos.
En venta anticipada, entrar los tres días a la
convención costaba 400 pesos. “Los libros están igual de caros, pero acá ves
cosas que afuera no encontrás”, cuenta Claudia, que llevó a su hija de 13 años
a la convención. Habla, tal vez, del stand que organizó un torneo en el que
ganaba quien armaba una CPU en menos tiempo, o de la charla al pasar entre un
adolescente y (un hombre disfrazado de) el Doc de Volver al futuro sobre las
tablas voladoras que nunca llegaron. O del stand que informa los requisitos
para tener un disfraz de algún personaje de Star Wars aprobado mundialmente por
la Legión
501st, que agrupa a los apasionados por el lado oscuro de la fuerza. “Nosotros
somos los malos. Enfrente están los buenos”, dice el encargado del espacio:
habla de la disposición de los stands en Costa Salguero y de la historia del
mundo.
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